De vuelta a Delhi y a España
Cuando llegué a la estación, el tren ya estaba en la vía cuatro y me encaminé hacia allí. Aunque no estaban funcionando los ventiladores ya había una familia dentro en el mismo compartimento. El abuelo, la madre, la tía, un adolescente (tío de los dos niños que completaba la prole). Estos niños me llamaron la atención porque iban rapados al cero, cual pequeños Budas. Imaginé que sería una tradición hindú como así lo confirmé al investigar un poco. Esta creencia se basa en pensar que de esa manera los bebés ya no tendrán la mala suerte que acumularon sus ancestros. Lo que estaba claro es que su afeitado no les había librado de su llantina y berreos, menos mal que por la noche se durmieron rápido.
Minutos antes de “zarpar”, en el pasillo me volví a reencontrar con la pareja de chicos españoles que había coincidido en la oficina de reservas. Casualmente teníamos asientos consecutivos. Venían con el tiempo justo porque se habían equivocado de estación. Llegaron más familias con sus maletas (en la que una de ellas podía portar un cadáver tranquilamente, que la tuvieron que colocar en medio del compartimento) y más niños. Me recordó inevitablemente a la famosa escena del camarote de los hermanos Marx. “¡Más madera! ¡Más madera!” La India en estado puro. Con los chicos españoles hablé lo justo y necesario, pues preferían hablar entre ellos, suerte que hablábamos el mismo idioma. También teníamos otra cosa en común; iban escribiendo un diario, eso sí, a medias, porque en pareja, ya se sabe, parece que hay que compartir todo. (Es ironía).
Les pregunté por su viaje y me contaron que llevaban cuatro meses viajando por Indonesia, Laos, Camboya, Vietnam, etc. Durante la charla hicieron hincapié en una de las cosas que les molestaba de India es que mucha gente les pidiera dinero. “¡Vaya sorpresa!” pensé, como si me confesaran que en verano hace calor y en invierno frío. Se justificaban comentando que ellos no eran millonarios ni se consideraban los salvadores capitalistas que habían venido de Europa. ¡Ay, éstos polluelos! Además lo afirmaban con cierta energía incluso con un deje de desprecio y superioridad. Evidentemente un “pobre español” puede viajar cuatro meses por el mundo sin trabajar. Para viajar en un tren normal y corriente no les sobraría el dinero, eso estaba claro. Tampoco me parecieron hijos de papá, pero no sé de qué ambiente familiar, cultural vendrían. Es posible que fueran demasiado jóvenes para pensar de una manera crítica y no tan simplona. Pobres sí que eran, pero de espíritu. Los “compañeros” cántabros se fueron pronto a dormir. Allá cada cual con su conciencia. No recuerdo que me preguntaran que pensaba, hice algún gesto de extrañeza, contestándoles lo contrario no iba a ganar nada ni yo era quien para reprocharles nada porque lo que conseguiría era que se pusieran más a la defensiva, a fin de cuentas también terminaban su viaje. Me pregunté si saldría yo en su diario.
A la mañana siguiente llegó el tren a su destino y me despedí de la pareja “pobre española” brevemente. Espero que llegaran a sus casas bien y, de paso, valoren lo que tienen.
La siguiente etapa fue coger el moderno metro hasta el aeropuerto, y aproveché para comer y beber algo, justo en el momento que se anunciaba por megafonía que estaba prohibido. Dos indios clavaron su mirada asesina en mí. ¿Por qué no se podía comer?
Tras los inevitables ratos de espera, los vuelos fueron más o menos puntuales, y todo siguió su curso previsto. En el primer vuelo hasta Londres, me dormí poco después de despegar y en el segundo, lo único reseñable fue que me tocó al lado un matrimonio de españoles, cuya mujer no dejaba de describir cualquier redundante evidencia... “queda una hora... hace frío... estamos llegando....” y tonterías por el estilo. Vuelta a la mediocridad.
Breve epílogo
8 de mayo de 2018, Barcelona
Han pasado unos días desde que llegué y todavía tengo en la cabeza el viaje a la India, haciéndome varias preguntas. Salió todo bien ¿Qué había aprendido? ¿Mi curiosidad estaba saciada? ¿Qué había pasado en el mundo en ese mes? Había estado totalmente desconectado del mundo exterior, pero no de los lugares de la India donde estuve; sus gentes, sus lugares, sus costumbres... ¿Cuándo acaba un viaje? ¿Cuándo se llega al destino? ¿Cuándo se sale del país en cuestión? Al día siguiente día de la llegada, me puse enfermo, demasiadas veces al baño. Cuando lo comenté con gente conocida, me dijeron que podía ser normal. ¿El cambio de aires?