sábado, 5 de diciembre de 2020

Viaje a la India (Capítulo 43)

Visita al parque Taj

Tras visitar el Taj Mahal, me dirigí hacia una calle flanqueada de las inevitables tiendas de souvenirs que se combinaban con modestos sitios para tomar algo, hoteles y comercios locales. Paré en uno para desayunar. Volví hacia al hostel sin saber muy bien adonde ir después. ¿Qué podía mejorar aquello? ¿Después de admirar tal belleza? El paseo se convirtió en un “bombardeo” de tuks, por un lado y vendedores, por otros. Unos con el objetivo de llevarme a algún sitio y los otros que les comprara algún producto que ofrecían. Más de una vez, se mostraron muy pesados.


A mano izquierda vi un cartel que anunciaba un pequeño parque llamado simplemente Taj con animales en libertad (sobre todo pájaros). Entrar costaba 100 rupias, algo razonable. De todas maneras, le pregunté al vigilante de la puerta cómo era el parque, si era grande, etc. Me comentó que tenía un lago y se podían disfrutar de unas vistas panorámicas del Taj Maha. Finalmente accedí. Aquel paraje tenía más o menos vegetación, según los tramos, y un primitivo camino empedrado que se bifurcaba en otros que subían y bajaban por pequeñas colinas. 


Me adentré en el parque que era mayores dimensiones de lo que pensaba. Llegué hasta el citado lago y pude ver una vez más el Taj Mahal de lejos. Aquel lugar era idóneo para jóvenes parejas que buscaban intimidad, lejos del ajetreo y del gentío de la ciudad. Daba igual que hiciera un sol de justicia y que fuera mediodía. Me tumbé a la sombra de un árbol, intenté dormir un poco. La noche anterior no había dormido mucho por el obligado madrugón, pero no lo conseguí. A unos 30 metros más o menos, había una joven pareja de indios heterosexual. Al reanudar mi camino, pasé cerca de ellos y el chico me invitó a quedarme con ellos para hablar un rato. Acepté. Él le estaba dando clases de inglés a ella, que era su novia. El chico contaba con 27 años y ella 20 e iba vestida con el tradicional sari. Y empezaron a confesarse. Pronto el tema de la conversación devino hacia un tema trascendente, por lo menos, para él: el matrimonio. Él quería casarse y ella no lo tenía tan claro o su familia, lo que le inquietaba. Me pidió que que le diera mi opinión. También me preguntó cosas de España, que a veces le entendía y otras me costaba seguirle. Después de unos minutos, terminé la charla de manera amistosa, deseándoles lo mejor y me alejé. ¿Qué decirles de sus dudas matrimoniales? Eran tan jóvenes... Unos polluelos.


De camino a la salida, me fui topando con más parejas. Ya en la puerta del parque, le comenté al portero mi satisfacción por la visita. Reemprendí la marcha hacia el hostel. A los pocos metros me fijé en un cartel que ponía que se alquilaban bicicletas. Pensé que estaría bien pillar una porque Agra tiene un recinto con más monumentos, pero bastante alejados, (Siwandra). Alquilar una bicicleta costaba 150 rupias, bastante asequible, no tan rápido como un tuk, pero más barato, sano y menos contaminante.

Pero, hacía mucho calor y debería pedalear después de comer. De camino al hostel me lo seguí pensando. Finalmente rechacé la idea. Tras llenar el estómago, descansé un poco y miré que podía visitar o cómo podía ir allí sin bici en transporte público. Había que ir a la estación de autobuses y desde allí subir a uno dirección Matura. Un tuk esperaba en el hostel y le dije que quería ir a la estación de autobuses. Uno de ellos me explicó que para llegar allí tardaría mucho. Negocié la carrera por 300 rupias y arrancó. No iba muy rápido y tras 5 minutos paró. Me dijo que le estaba esperando su hermano (me lo debería creer). He de decir que fue el mismo que me había llevado al Fort el día anterior por un buen precio. Me comentó que lo más sensato era elegir otro destino. “¿Por qué no el Sada Bazar?” me planteó. Estaba más cerca y me ofrecía 200 rupias con espera incluida. No estaba mal. No es que me atrajera mucho porque no pensaba comprar nada y podía ser asediado por infinidad de vendedores, pero podía ser una buena oportunidad para ver la vida cotidiana de Agra. Y allí que nos fuimos.

No me arrepentí. El bazar aglutinaba unas cuantas calles llenas de tiendas locales, en la que se podía ver algún que otro turista, pero era un mercado local. Tampoco la zona era muy grande y acordé con el tuk un punto de reencuentro una hora después.



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