Partida de Sawai Modhapuhr y llegada a Agra
Al llegar al hostel, el jefe del albergué me invitó muy amable a que me sentara en su despacho y me preguntó que cómo había ido. Faltaba por pagar la cena del día anterior y el desayuno. En total 270 rupias. Le dije que había hablado con su jefe proponiéndome devolverme 200 por las molestias. No lo entendía o lo que era más probable no lo quería comprender. Se lo dejé más claro cuando me pasó la cuenta, restándole 200 rupias, y le pagué las 70 que faltaban. Estuvo de acuerdo. Para mí era algo simbólico, no tanto por el dinero, porque no llegaba a los 3 €, pero cuando uno comete un error se tiene que hacer responsable. Suelo trabajar de cara al público y alguna vez me he equivocado, (somos humanos), lo he asumido compensándolo de alguna manera. En ningún momento, se disculpó ni intentó explicarse. La experiencia me sirvió para ponerme en mi sitio, ser asertivo, incluso en un idioma que no era el mío. Al poco, el señor se fue al mercado, y me pidió que sacara mis cosas del despacho y esperé en el vestíbulo de entrada. De todas maneras, por la mañana el otro compinche del hostal me pidió que hiciera el check out sin un mínimo de consideración, lo que acepté, dejando mi equipaje en el despacho con cierta tensión. Quizá necesitaban la habitación, pero no había visto a nadie más.
Les dije que me avisaran un tuk, que se hizo esperar. Tanto que no apareció y emprendí el camino hacia la estación. Aunque tenía cierta idea por dónde ir, pregunté y seguí una carretera poco iluminada. Ya había anochecido. Cerca de la estación, un tuk se ofreció a llevarme. A buenas horas, pensé... Al llegar, la oficina de reservas ya había cerrado y sólo quedaba cenar y esperar nuevamente. Me dí cuenta de que el cojín de viaje que llevaba y que se podía hacer más pequeño me lo había dejado olvidado en aquella casa. Lo había sacado para tumbarme un rato en el sofá mientras esperaba. Hizo su cometido. Quizá fueron las 200 rupias que no le pagué al hombre. Sea como fuera, mi viaje ya estaba terminando. Tampoco está mal desprenderse de cosas. Por cierto, la almohada de la habitación era un ladrillo en toda regla, y no lo digo por lo pequeño. Ah, y el baño curiosamente no tenía espejo y el papel... Suerte que que me acompañaba uno.
En la estación de Sawai, esperé el tren que me llevaría a mi siguiente destino; a Agra. Llegó prácticamente dos horas tarde, aunque por el camino recuperó una hora. Misterios ferroviarios. El tren era del tipo passenger, que no distinguía entre primera ni segunda clase, por eso (caí en la cuenta) me había costado tan barato. El revisor me ayudó a encontrar mi litera que estaba ocupada y me dormí como un tronco. Desperté temprano sobre las 6 de la mañana. Todo el vagón ya estaba con los ojos abiertos. Llegamos una hora después.
Desayuné en la misma estación de Agra e hice tiempo para ir a la reservacion office, la cual abría una hora más tarde. Como estaba fuera del edificio, me asaltó un tuk de cierta edad al que le conté mis planes. No se dio por vencido y me acompañó a la oficina. Había decidido esperarme pacientemente. Quería comprar los billetes desde Agra y Kajuraho y desde allí arribar a Benarés y de esta última ciudad a Delhi.
El tuk me dijo que la primera combinación no era posible. Por suerte, se equivocó. El problema era que sólo había billetes tak-tal, es decir, que sólo se podían adquirir el mismo día. ¿Por qué? Ni idea.
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