En Mount Abu (en busca del hostel perdido) 19 de abril de 2018
Durante el viaje en tren, un chico muy amable que conocí le pedí ayuda para reservar una noche en un youth hostel,. Le habían dicho 1050 rupias, un precio algo caro para una cama en una habitación compartida con literas, no sé si entendió que eso era lo que buscaba. El hostal, en principio, estaba cerca de la parada de autobuses y junto a un curioso museo espiritual, por lo menos eso era lo que tenía en el libro-guía. Pero no había ni rastro. Pregunté al vigilante de la puerta del museo. No sabía nada, aunque me indicó que subiendo una cuesta cercana había varios hostels. Cogí ese sendero por el que sucedían lo que parecían residencias, pero para niños. Al final del camino había un hotel con una fachada de color verde con unas cordeles con luces que seguían las balconadas. Con ese aspecto cualquier occidental hubiera pensado que era un club. Pregunté por el hostel y me ofrecieron una habitación. Al preguntar el precio, me respondieron con otras cuestión: ¿qué estaba dispuesto a pagar? Les dije que debería ver las habitaciones. Un chico me enseñó una alcoba con una cama de matrimonio y un ventilador enorme sin baño ni ventana. No había sitio ni para dejar mis cosas. Me pareció que ya tenía pensado enseñarme otra mejor y así poder elegir. Y así fue. No tuve ninguna duda, ésta tenía hasta TV y baño propio y la diferencia era de 200 rupias más cara, es decir, 800 rupias. En principio le dije una noche, no creo que hubiera problema para quedarme una noche más. Tras saber donde dormiría, me fui a cenar.
Al día siguiente desayuné en el bar del hotel y decidí que me quedaría otra noche y me encaminé a los templos jainistas llamados Delwara, según la guía los mejores del Rajastán, después de los de Ranakpur.
El móvil me lo había cargado el jefe fundador del hotel pues en la habitación me fue imposible cargar aparato electrónico alguno. Los enchufes son diferentes. Los templos jainistas se hallaban al norte y para llegar había que rodear un lago siguiendo un camino hacia la derecha. Alcancé un mirador donde se veía un valle y continué por un camino esta vez empedrado (hasta entonces era de tierra) que bajaba en perpendicular en zig zag salvando el desnivel que había. Me extrañó esa senda, hasta ese momento me estaba fiando del móvil. Ninguna indicación en la vida real. Lo importante es el camino y no el destino ¿no dicen eso? Volví a mirar el móvil y comprobé que me había equivocado de templo. Tenía que volver sobre mis pasos y llegar al camino principal y tomar otro desvío. Volví a consultar la guía, la cual indicaba que el horario de la visita era hasta las 12 h. ¡Menudos horarios!
Faltaba una hora y media y hasta entonces había disfrutado del paseo sin tuks y sin casi claxones, sólo chicharras y poca gente. Tuve que darme prisa, sería una pena llegar y que no pudiera entrar. Llegué en media hora, pero cuando llegué me enteré que abrían a las 12 h. o en otras palabras que estaba cerrado hasta esa hora porque hasta ese momento los monjes estaban haciendo sus ofrendas ¿Lo habría leído mal? En fin, estaría abierto hasta las 18 h. En la entrada del recinto había un señor, el cual me había informado del horario y que vendía unas postales del interior de los templos, pues dentro no se podían hacer fotos. Lo tienen bien pensado. Además fuera había unas taquillas para dejar cámaras, móviles y demás utensilios, amén del calzado. Al hombre le compré una serie de postales (iban por lotes) doce por 100 rupias y a continuación me indicó que leyera un cartel que colgaba a las puertas del recinto. En él detallaba las condiciones para acceder al templo. La que más me llamó la atención fue aquella que decía que las mujeres que tuvieran la regla no podían entrar. ¿Y cómo lo podrían saber? Misterios de la fe...
Hasta que abrieran tenía tiempo de darme una vuelta por los alrededores. Junto al templo había casetas como si fuera una feria que vendían cualquier tipo de baratijas y souvenirs, además de alguna cafetería para tomar un tentempié. Lo que más me gustó fue un enorme árbol con parte de su tronco pintado de varios colores. Tomé algo en una tetería cercana y me fui hacia la entrada del templo. Había bastante gente haciendo cola siguiendo una barandilla perpendicular a la entrada. Había en realidad, dos colas, y me puse en la que había menos gente, pero pronto me indicaron que estaba en la cola de las mujeres, y me tuve que cambiar. (Había pensado … cuantas mujeres en esta cola... Pero no le dí mayor importancia). Está claro que mantienen sus tradiciones. El vigilante de la puerta dio la señal para que entráramos, le acompañaban un par de señoritas con uniforme, dijo algo en hindi que no entendí (era el único occidental) y la gente empezó a desfilar. Calculo que habría en torno a 70-80 personas.
Los dos primeros templos eran espectaculares. El serio vigilante nos acompañó guiándonos y se detenía cada cierto tiempo para explicar impasible detalles de las cúpulas y altares. Como hablaba en hindi y no entendía nada, le pregunté a un señor que estaba a mi vera qué estaba contando. Quizá sería algo similar de lo que me relataron en Jaisalmer, pero quería saber más. Este hombre muy amable me hizo un poco de traductor, el cual había venido con su familia de vacaciones desde la provincia de Gujarat, situada al sur. Curiosamente era profesor de inglés y, al despedirnos, me dio su tarjeta por si algún día se me ocurría pasarme por allí y aprender la lengua de Shakespeare. Tras la visita, que duró una hora más o menos, volví al hostel con la idea de comer allí mismo, dormir algo de siesta, conectarme a internet, pues había wifi y leer un poco.
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