jueves, 30 de julio de 2020

Viaje a la India (Episodio 25)

El mismo día por la noche

Esperando en la estación de Jaisalmer
Volví al hostel y estuve leyendo, haciendo tiempo hasta las 9 de la noche y me dirigí a la estación. Allí cené y me pedí una botella de agua refrescante. El chico del puesto era un adolescente que charlaba con sus amigos de manera animada. Entre risas, entablé conversación con ellos. Me empezaron a hacer las mismas preguntas de rigor, y el muchacho siguió contándome en privado que quería ir a Madrid, pues era gay y allí se vivía con libertad. Incluso me enseñó una foto del desfile del día del orgullo. También me dijo algo que no llegué a entender (supuse que se me estaba insinuando ¿?).


En un banco cercano, (en muchas estaciones están contados) había un saddhu acostado y durmiendo. Los saddhus son personajes que van vestidos con una túnica de color azafrán que han decidido llevar una vida de lo más austera y nómada, sin más posesión que una vara y un pequeño cuenco para las limosnas que reciben. Se me ocurrió dibujarlo, pero no pasaron ni cinco minutos cuando cambió de posición. Como no le podía ver bien la cara desde donde me encontraba, abandoné la idea de inmortalizarlo. Entonces el chico, con el que había estado hablando, me propuso que le dibujara a él. Y así, le hice un retrato ambos sentados en el suelo uno frente al otro. Creo que no quedó mal. Creo que le gustó porque se lo llevó. Me volvió a comentar algo que no entendí y no quise saberlo y me pidió la cuenta de una red social. Volvió a retomar le tema de su homosexualidad, preguntándome por qué no me gustaban los chicos, a lo que le contesté básicamente porque me gustaban las mujeres En fin, que parece ser que ligué con una criatura de ¡16 años!


Mientras le estaba dibujando, se había ido acercando gente que esperaban su tren. Entre ellos, una mujer hindú de cierta edad que le picaba la curiosidad. Echó un ojo al dibujo y con un gesto facial preguntó si era el que estaba posando. No estaba muy convencida, los demás espectadores rieron ante la reacción de la mujer ¡Fue muy gracioso!
Otro chico me preguntó si quería dinero, pues al ver lo que había dibujado, quería que le hiciera un retrato también. Le confesé que no sé si me daría tiempo, pues el tren no tardaría en llegar. De todas maneras, lo empecé y, media hora después, estaba listo. Aún tuve unos minutos para alargar las piernas y dar un paseo por el andén. Llegué a contar veinte vagones. En esta ocasión, el mío iba medio vacío, me puse cómodo, dentro de lo que se podía, y no tardé en quedarme dormido. Sin embargo, no descansé mucho debido a los continuos traqueteos del tren y demás ruidos. Según lo previsto, a las 7 de la mañana llegaba a Jodpuhr, desde donde cogería otro tren para el siguiente destino: el Monte Abu. Tras comprar fruta, un sandwich y un chai para desayunar, fui a solucionar el tema para ir a Abu Road. No tenía claro donde comprar el billete o se podía conseguir de camino ya en el tren. Tuve algún que otro problema para llegar a un entendimiento, (se unía su pronunciación con mi inglés a veces improvisado y finalmente lo compré en una taquilla por unas míseras 60 rupias, ni siquiera 1 €. El viaje suponía recorrer cientos de kilómetros que tardamos una buena jornada laboral.


Tantas horas dan para mucho, pero quien se aburre es porque quiere. Como en la vida, la gente subía y bajaba del tren y coincidí con unos más o menos tiempo. La mayoría era gente simpática que repetía las mismas preguntas, familias con sus niños pequeños, en las que hablaba únicamente el hombre y la mujer se escondía tras su sari y bellos ojos.
Aunque se presentaban, me costó aprender sus nombres y la solución pasaba por pedir amistad en una conocida red social a los cinco minutos. ¡Menuda afición! Supongo que de esa manera se sentirán más conectados con el mundo, con otras culturas o les encanta tener cuantos más “amigos”, mejor. No lo sé. Pues aún así, reconozco que el viaje se me hizo largo, sobre todo, porque estuvimos parados una hora y media a mitad de camino. Quizá fuera la sensación no de avanzar lo que se me atragantó. Pero, fue difícil olvidar el desfile de hermosas mujeres jóvenes con sus saris de alegres colores, enjoyadas con sus pulseras, collares y brillantes pendientes. Algunas se tapaban media cara con sus velos, lo que resaltaba sus ojos hipnotizantes. No podía resistirme a seguir viéndolos disimuladamente. Entre estos pensamientos y visiones (no sé si reales o no) llegamos a Abu Road, una pequeña población en la falda del Monte Abu. Desde allí aún quedaban 30 kilómetros que cubría un autobús escalando la pequeña colina.. Para ello, me encaminé a la estación de autobuses, que estaba cerca de la de trenes, donde compré el billlete-El viaje no era directo pues hizo unas cuantas paradas y justo una hora después llegué al Mount Abu.








2 comentarios:

  1. Well done sneaky fella😜👍👍
    However, those eyes really get someone killed sometimes. 😂😂😂

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