viernes, 2 de octubre de 2020

Viaje a la India (Capítulo 34)

 Llegada a Pushkar y visita al lago sagrado

El siguiente destino era Pushkar, una ciudad santa nacida a las orillas de un lago sagrado. De hecho, Pushkar significa “estanque de los lotos”. Para llegar hasta allí el medio de transporte necesario era un autobús, que salía desde su estación, aunque también se podía ir en tuk por 300-400 rupias. Como no me fiaba del todo porque había bastante distancia, opté por el transporte público, por tan sólo 20 rupias. El autobús iba “hasta la bandera” y tuve que ir de pie. Al llegar, un tuk me llevó hasta el albergue que estaba muy céntrico y bastante cerca del lago sagrado. (Tampoco Pushkar es una ciudad enorme, más bien al contrario). El hostel se organizaba a partir de un parque con césped, diversos árboles y alguna mesa donde comer. A su alrededor estaban dispuestas las casas bajas y menudas. Todavía no eran las 10 de la mañana y faltaban unas cuatro horas para poder registrarme. Quería ducharme y descansar. Lo primero era imposible, pero lo segundo... también, aunque había un pórtico con varios colchones que no presentaban un aspecto muy aseado. Decidí dejar mis cosas al chico de recepción y me fui a dar una vuelta. La ciudad aún estaba tranquila. La primera calle por la que me encaminé estaba flanqueada por tiendas de souvenirs, incluso de música, donde compré un cd de Krishna Das. También en otro puesto, compré algo de comer. Irremediablemente llegué al Lago. Los devotos hindúes creen que sus aguas, rodeadas de 52 ghats o escalinatas que conducen al estanque, son milagrosas, pudiendo lavar los pecados y de sanar enfermedades de la piel. Los fieles se sumergen en sus aguas antes de dirigirse al único templo (o uno de los pocos según el libro-guía) de la India dedicado al dios Brahma. La imagen era preciosa. Allí había unas vacas y les quise hacer unas fotos con el lago de fondo.


No imaginé las consecuencias que me acarrearía tan insignificante acto. Justo en ese momento apareció un saddhu descalzo con una túnica de color azafrán con la intención de ofrecerme una flor, que rechacé. (Por cierto, Pushkar fue uno de los paraísos hippies en los años sesenta). Entonces puso el grito en el cielo, haciéndome señas de que no se podían hacer fotos al lago por ser un lugar sagrado. No sé de dónde salió otro indio y le comento que sólo quería fotografiar a las vacas y que lo ignoraba. Otro señor también vino diciendo respect... A lo que le contesté que también me respetara a mí. En las escaleras que daban al lago había letreros que prohibían fumar o ir calzado. Pero, de verdad, prometo que al llegar, no me fijé.

El ofrecimiento tan generoso de la florecillla por parte del saddhu ya lo conocía. Lo había leído en la guía y avisaba que era una trampa que podía salir muy cara. No me gusta generalizar y meter a todo el mundo en el mismo saco. Es respetable que los saddhus hayan elegido vivir de manera ascética y austera, con más o menos fe, de manera marginal. Sin embargo, no me parece muy ético vender florecillas para sobrevivir y expresar tamaño enfado por no comprársela. En fin, que cada cual saque sus conclusiones y que su karma le acompañe.

Seguí mi paseo rodeando el lago descalzo, algo atrevido en un día soleado y con un calor de justicia, lo que hacía que sobre el cemento que pisaba pudiera freírse un huevo. Acabé por acostumbrarme un poco. En una zona del lago se amontonaban los pequeños callejones (ghats) para llegar a sus aguas. A pocos metros más asomaban tiendas de todo tipo. Aún quedaban un par de horas para registrarme en el hostel y volví sobre mis pasos y, al llegar, me tumbé en el césped. Me quedé dormido hasta que me despertó el recepcionista. Media hora antes de lo establecido, me dio una cama en una de aquellas casas de planta baja, donde había dos literas con cuatro catres en total.


Mientras estaba descansado vi en una casa cercana, a un par de chicas que hablaban un inglés con un marcado acento español y me acerqué a ellas. Les pregunté si eran españolas. Casualmente eran de Barcelona y estaban recogiendo sus cosas para dejar Pushkar. Su siguiente destino era Jaipur. Habían estado cuatro o cinco días en Pushkar. Me quedé pensando qué habrían hecho tantos días aquí, pues para ver la ciudad con un día o dos era suficiente...

Me fui en busca de un lugar donde comer y me decanté por un restaurante cercano con vistas al lago y volví a la habitación, ahora sí, para descansar. Como hacía un calor tremendo, 37 grados, me quedé allí hasta bien entrada la tarde... Después de unas horas, me encaminé a conocer más la ciudad. La primera parada fue el templo dedicado a Brahma, (que había comentado antes). Había sido construido en el siglo XIX y era bastante colorido. Me extrañó que su tamaño fuera modesto.


Tras una rápida visita, me perdí por las retorcidas callejuelas de la ciudad, vacías de tiendas y también prácticamente de gente. Quería descubrir la vida cotidiana de sus habitantes. Casi me topé con más vacas que humanos, que campaban a sus anchas. Volví al lago y, de camino, una mujer con tres churumbeles me pidió dinero, con un gesto de querer llevarse algo de comer a la boca. Ante mi primera negativa, me contestó que prefería comida. Me indicó que en una tienda cercana vendían lo que quería: un paquete que contenía geeh (unas especie de mantequilla). Me comentó que le duraría unas dos semanas. El paquete costaba 250 rupias, unos 3 €. También me señaló otro paquete de la misma marca, pero más grande que costaba el doble. Con el pequeño creo que ya tenía suficiente. Alcancé el lago, preguntándome si harían algún tipo de ceremonia al anochecer como en Haridwar, pues no. Al menos, ese día. Sin embargo, la panorámica nocturna no tenía desperdicio. Una delicia.

4 comentarios:

  1. Walking barefoot must been fun 😂😂😂

    ResponderEliminar
  2. Redactas muy bien , tienes madera de escritora, además la India es uno de los países más alucinantes del mundo, a los que no tienen la oportunidad de viajar en persona, les sugiero cualquiera de estas dos estupendas novelas ambientadas en la India y sus tradiciones CENIZAS EN EL RíO GODAVARI y LAS TORRES DEl SILENCIO ( autora de apellido Monert)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Lynmara, por tus recomendaciones y elogios. Un saludo

      Eliminar