jueves, 14 de mayo de 2020

Viaje a la India (Episodio 10)

Visita a los jardines de Jallianwala Bagh, Amritsar

Al día siguiente, (o pocas horas después, a las 9 h.) me desperté sin tener mucho sueño. El desayuno no estaba incluido, lo que me había comentado el chico de la recepción, pero por 50 rupias (luego fueron 60) me podían hacer un café con leche y unas tostadas con miel y mermelada. Aproveché para ducharme mientras me lo preparaban y lavar un par de camisetas. Mientras desayunaba, reservé el nuevo hostel en Jaipur por dos noches, la más cercana a la estación para ir a pie. Entonces caí en la cuenta que me había dejado el gel en la ducha. Cuando volví había desaparecido, me tendré que comprar uno nuevo, pensé, aunque en muchos albergues había jabón.
Tenía toda la mañana para visitar Amritsar, el centro es lo más interesante, sobre todo el parque llamado Jallianwala Bagh (también cementerio) que se hizo tristemente famoso porque delante de sus jardines murieron más de 300 personas, según los ingleses, según los indios más de 1000, más otro millar de heridos en 1919. El motivo de la protesta fue por una ley de los ingleses (cuando dominaban la India todavía) que permitía encarcelar a un indio sin juicio. Se congregaron unas 20.000 personas. La matanza fue ordenada por el general Dyer e Inglaterra sólo pidió perdón hace pocos años.


Los jardines son un recuerdo a aquel lamentable acontecimiento con curiosos arbustos recortados como si fueran soldados arrodillados apuntando con su fusil. Hay un muro con las marcas de los disparos. Durante el paseo había gente que me saludaba y se quería hacer fotos conmigo sin más explicación. Posé cual famoso resignado. (Ahora entiendo las estrellas del celuloide). A la entrada (o salida) como se quiera, había una sala de exposiciones con fotos de los protagonistas del suceso y diversas publicaciones relacionadas. Incluso una urna con las cenizas de alguien, claro. Mientras la observaba, un chico me decía mientras la índica que él fue el mejor. Es el mismo que está inmortalizado con una estatua que está junto a la puerta de los jardines. A sus pies se cuenta quien fue, en resumen, el señor que asesinó al general Dyer 21 años después de la matanza. Para ello fue hasta Londres. Eso sí, su venganza le valió la horca. 


NOTA; Al pasar a limpio el diario, leo lo que dice Wikipedia sobre la la matanza y hay datos contradictorios. Por un lado, la matanza se produjo porque no se había permitido una simple celebración de un festival en aquel lugar y, por otro, el general no fue asesinado y no se menciona nada de su supuesto asesino.) Parece ser que hay dos versiones, aparte del número de víctimas y de lo sucedido, ¿a quién creer? Del terrible hecho, en sí mismo condenable, por supuesto, nadie fue llevado a juicio ni asumió responsabilidades. Como, por cierto, demasiadas veces, suele pasar y no hay que irse a la India para saberlo.


Tras la visita a los jardines paseé por el centro de la ciudad, tranquilo, de calles algo decadentes y descubriendo algún haveli (casa típica local) que agoniza. Los havelis tienen balcones de madera hermosamente tallados. En una esquina veo una pizzería de una conocida empresa y decidí comer allí. Era la primera vez desde que llegué que elejía comida occidental. En relación a ello, hasta ahora no he tenido problemas digestivos. Tras el refrigerio volví al albergue, donde todavía la ropa que lavé estaba mojada, la secaría en el tren, recogí mis cosas, y vuelta a la estación, esta vez a pie.

Como quedaba una hora todavía más o menos, aproveché para tender un poco la ropa mojadas y para preguntar a unos vigilantes si estaba bien en el andén donde me encontraba. No me he equivocado. Durante la espera, veo que ya había gente dentro del tren y algunas chicas jóvenes no me quitaban ojo. Se nota que tienen buen gusto...jajaja... Les llamaba mucho la atención ver a un occidental (me parece que no me he cruzado con ninguno aquí, a excepción de algún chico del hostel, que estaba prácticamente vacío). Y esperé sentado en un banco, a mi lado se sentó un hombre de mi edad que me empezó a dar conversación. Me preguntó por mi destino y me contó que era de Chandigarh, (más al norte) una ciudad ultramoderna que fundó Nehru (el primer ministro que tuvo la India tras independizarse de Inglaterra).




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