martes, 5 de mayo de 2020

Viaje a la India (Episodio 8)

                                                                                                                      9 de abril de 2018

Camino de Amritsar
Esta mañana (sin despertador) abrí los ojos a las 7,30 h, pero no me levanté. Esta vez el hostel (de Haridwar) no ofrecía desayuno. Amaneció muy nuboso y amenazando lluvia. Un rato después me levanté, Floyd, mi compañero de litera estaba despierto y hablamos mientras estaba recogiendo sus cosas para ir a Rikishesh. Le conté la historia de la ceremonia del día anterior, lo que no le sorprendió demasiado. Le comenté que quería hacer unos suriyanamaskar (saludos al sol) y me responde que los podría hacer al lado del río que lo tenemos justo detrás. Añadió que vaya y que cuando vuelva nos despedimos, pues calcula que tardará una hora en irse. Pero, al salir, están cayendo las primeras gotas y decido quedarme en el patio interior del hostel para hacer alguna postura. Al terminar, me reencuentro con Floyd y nos despedimos con un abrazo. Me pide solicitud de amistad por facebook y claro está, nos hacemos amigos.
Después de despedirme, me encaminé hacia el Ganges. Durante mis ejercicios de yoga había llovido con ganas y al acabar había amainado un poco, pero seguía lloviendo. Crucé uno de los puentes que atravesaba el río. Al otro lado, había un grupo de ancianos con luengas barbas. Desde la otra parte fotografié la ciudad. En la orilla donde me encontraba no había mucha gente, unos se bañaban y otros se cobijaban bajo unos tenderetes atados con cuerdas a unos árboles. Junto a algunos de ellos había diferentes esculturas de dioses hindúes.
Continué mi paseo hacia donde había tenido lugar un día antes la ceremonia siguiendo el cauce (se celebraba todos los atardeceres) la llamada ceremonia del fuego. Daba igual la persistente lluvia para que familias enteras se bañaran en las aguas sagradas bajo la impasibilidad de una vaca. Por mi parte, llevaba un poncho-chubasquero. Dudé si arremangarme los camales de los pantalones, pues ya me había mojado bastante. Volví al hostel para cambiarme por lo menos, de calzado más “acuático”, digamos y dirigirme a la estación. La chica de recepción me preguntó al despedirnos que cuándo volvería (a pesar de saber de dónde venía) Le contesté que no lo sabía. Al salir de hostel apenas llovía y me encaminé a la estación. Como llegué con bastante tiempo se me ocurrió que podría reservar el siguiente viaje a Jaipur, sin tener claro si se podía. Pues sí, había que pasar por el mismo trámite de rellenar el dichoso papelito. Saldría al día siguiente a las 14,30 h de Amritsar, creo que tendría tiempo suficiente de visitar el gran atractivo de esa ciudad, el Golden Temple y un parque cercano al templo de obligada visita el Jallianwala.
En las taquillas de la estación, me encontré con una pareja de occidentales, me parecieron ingleses, y entablé conversación con ellos. También se dirigían hacia Amritsar y no habían comprado los billetes todavía. Preocupados por si no había plazas, consiguieron coger el próximo tren que salía en dos horas más o menos. Ya en el andén esperando el tren volvimos a coincidir. Ella era de EEUU (Kim) y él, inglés, John (acerté al 50%) y vivían en Inglaterra. Era la tercera o cuarta vez que pisaban India y les sorprendió que les dijera que era mi primera vez, pues me veían bastante relajado. Lo normal es que estuviera mirando hacia todos lados en una actitud de desconfianza. La verdad es que entendía bastante bien su inglés, sobre todo el que halaba él.



Me contaron que venían de visitar el Himalaya y que habían estado varios días enfermos, lo que no les había sucedido en otras ocasiones. Seguimos conversando sobre la India, un lugar ideal para vivir el momento presente, el aquí y el ahora (en lo que coincidíamos) hasta que fuimos interrumpidos por una joven india. Esta chica le preguntó a Kim por los tatuajes que llevaba y en un par de minutos de charla ya le estaba pidiendo el facebook para seguir en contacto. Se quiso hacer unas fotos con nosotros, cual famosos. Esto ya me había pasado en Haridwar. Un chico se me acercaba, nunca sabía con qué intenciones, después de mis episodios picarescos, y me pedía un selfie. A continuación me preguntaba de dónde era. Les llama la atención los occidentales y si son rubios y de piel clara, más.
La espera se alargó una hora más apróximadamente y me despedí de la pareja angloparlante pues ellos iban a un vagón y yo a otro, al D2. Este tren ya no era tan cómodo como el primero. Las filas eran de 3 asientos separadas por un pasillo que daba otra fila de otros 3 asientos. El aire acondicionado consistía en una hilera de ventiladores atornillados al techo. A mi lado se sentó un chico con un pulsera del Barcelona FC que iba ensimismado escuchando música por los auriculares. Al otro lado del pasillo, un anciano sij con su magnífica barba blanca, turbante en la cabeza y gafas oscuras, iba con su mujer recostada y dormida.

Durante el trayecto, se me acercó un joven con el que había coincidido en la estación comprando el billete. Entonces el anciano sij me dijo con su inglés digamos autóctono, que yo parecía agradable y que se me veía un buen hombre. Me siguió contando que venía de Australia y me preguntó que si había estado allí.
Después de unas paradas subió un chico que sustituyó al de la pulsera del Barcelona. Apegado a su móvil, empezamos una conversación que tuvo como punto de partida de dónde era yo... Se alegró bastante de que fuera español y más que viviera en Barcelona. En su móvil tenía como pantalla de fondo una foto de Messi. Le encantaba el fútbol y me confesó que la selección de India estaba mejorando últimamente y que pensaba ir al mundial de Dubai. A ratos volvíamos a nuestra soledad, yo, leyendo y él jugando al fútbol con el móvil. Me pidió el facebook, donde tenía más de 1000 amigos, y, aún así, le parecían pocos. También me preguntó por otros temas más generales, como la independencia de Cataluña o el Brexit. Sin duda, no sólo le interesaba el deporte rey.
Se llama Wattsal y se bajó una hora y media antes de llegar a Amritsar. Ya era de noche cuando finalmente el tren hizo su última parada. Según el google maps (lo consultaba sólo lo necesario) el hostel estaba a 20 minutos andando. No llegué aclararme y decidí coger un tuk-tuk, además de noche, creo que era lo mejor, aunque seguía sin fiarme al cien por cien. No tuve problemas y el hostel estaba al final de una larga avenida llamada Hall Road.




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