9 de abril de 2018
Camino de Amritsar
Camino de Amritsar
Esta
mañana (sin despertador) abrí los ojos a las 7,30 h, pero no me
levanté. Esta vez el hostel (de Haridwar) no ofrecía desayuno.
Amaneció muy nuboso y amenazando lluvia. Un rato después me
levanté, Floyd, mi compañero de litera estaba despierto y hablamos
mientras estaba recogiendo sus cosas para ir a Rikishesh. Le conté
la historia de la ceremonia del día anterior, lo que no le
sorprendió demasiado. Le comenté que quería hacer unos
suriyanamaskar (saludos al sol) y me responde que los podría hacer
al lado del río que lo tenemos justo detrás. Añadió que vaya y
que cuando vuelva nos despedimos, pues calcula que tardará una hora
en irse. Pero, al salir, están cayendo las primeras gotas y decido
quedarme en el patio interior del hostel para hacer alguna postura.
Al terminar, me reencuentro con Floyd y nos despedimos con un abrazo.
Me pide solicitud de amistad por facebook y claro está, nos hacemos
amigos.
Después
de despedirme, me encaminé hacia el Ganges. Durante mis ejercicios
de yoga había llovido con ganas y al acabar había amainado un poco,
pero seguía lloviendo. Crucé uno de los puentes que atravesaba el
río. Al otro lado, había un grupo de ancianos con luengas barbas.
Desde la otra parte fotografié la ciudad. En la orilla donde me
encontraba no había mucha gente, unos se bañaban y otros se
cobijaban bajo unos tenderetes atados con cuerdas a unos árboles.
Junto a algunos de ellos había diferentes esculturas de dioses
hindúes.
Continué
mi paseo hacia donde había tenido lugar un día antes la ceremonia
siguiendo el cauce (se celebraba todos los atardeceres) la llamada
ceremonia del fuego. Daba igual la persistente lluvia para que
familias enteras se bañaran en las aguas sagradas bajo la
impasibilidad de una vaca. Por mi parte, llevaba un
poncho-chubasquero. Dudé si arremangarme los camales de los
pantalones, pues ya me había mojado bastante. Volví al hostel para
cambiarme por lo menos, de calzado más “acuático”, digamos y
dirigirme a la estación. La chica de recepción me preguntó al
despedirnos que cuándo volvería (a pesar de saber de dónde venía)
Le contesté que no lo sabía. Al salir de hostel apenas llovía y me
encaminé a la estación. Como llegué con bastante tiempo se me
ocurrió que podría reservar el siguiente viaje a Jaipur, sin tener
claro si se podía. Pues sí, había que pasar por el mismo trámite
de rellenar el dichoso papelito. Saldría al día siguiente a las
14,30 h de Amritsar, creo que tendría tiempo suficiente de visitar
el gran atractivo de esa ciudad, el Golden Temple y un parque cercano
al templo de obligada visita el Jallianwala.
En
las taquillas de la estación, me encontré con una pareja de
occidentales, me parecieron ingleses, y entablé conversación con
ellos. También se dirigían hacia Amritsar y no habían comprado los
billetes todavía. Preocupados por si no había plazas, consiguieron
coger el próximo tren que salía en dos horas más o menos. Ya en el
andén esperando el tren volvimos a coincidir. Ella era de EEUU (Kim)
y él, inglés, John (acerté al 50%) y vivían en Inglaterra. Era la
tercera o cuarta vez que pisaban India y les sorprendió que les
dijera que era mi primera vez, pues me veían bastante relajado. Lo
normal es que estuviera mirando hacia todos lados en una actitud de
desconfianza. La verdad es que entendía bastante bien su inglés,
sobre todo el que halaba él.
Me
contaron que venían de visitar el Himalaya y que habían estado
varios días enfermos, lo que no les había sucedido en otras
ocasiones. Seguimos conversando sobre la India, un lugar ideal para
vivir el momento presente, el aquí y el ahora (en lo que
coincidíamos) hasta que fuimos interrumpidos por una joven india.
Esta chica le preguntó a Kim por los tatuajes que llevaba y en un
par de minutos de charla ya le estaba pidiendo el facebook para
seguir en contacto. Se quiso hacer unas fotos con nosotros, cual
famosos. Esto ya me había pasado en Haridwar. Un chico se me
acercaba, nunca sabía con qué intenciones, después de mis
episodios picarescos, y me pedía un selfie. A continuación me
preguntaba de dónde era. Les llama la atención los occidentales y
si son rubios y de piel clara, más.
La
espera se alargó una hora más apróximadamente y me despedí de la
pareja angloparlante pues ellos iban a un vagón y yo a otro, al D2.
Este tren ya no era tan cómodo como el primero. Las filas eran de 3
asientos separadas por un pasillo que daba otra fila de otros 3
asientos. El aire acondicionado consistía en una hilera de
ventiladores atornillados al techo. A mi lado se sentó un chico con
un pulsera del Barcelona FC que iba ensimismado escuchando música
por los auriculares. Al otro lado del pasillo, un anciano sij con su
magnífica barba blanca, turbante en la cabeza y gafas oscuras, iba
con su mujer recostada y dormida.
Durante
el trayecto, se me acercó un joven con el que había coincidido en
la estación comprando el billete. Entonces el anciano sij me dijo
con su inglés digamos autóctono, que yo parecía agradable y que se
me veía un buen hombre. Me siguió contando que venía de Australia
y me preguntó que si había estado allí.
Después
de unas paradas subió un chico que sustituyó al de la pulsera del
Barcelona. Apegado a su móvil, empezamos una conversación que tuvo
como punto de partida de dónde era yo... Se alegró bastante de que
fuera español y más que viviera en Barcelona. En su móvil tenía
como pantalla de fondo una foto de Messi. Le encantaba el fútbol y
me confesó que la selección de India estaba mejorando últimamente
y que pensaba ir al mundial de Dubai. A ratos volvíamos a nuestra
soledad, yo, leyendo y él jugando al fútbol con el móvil. Me pidió
el facebook, donde tenía más de 1000 amigos, y, aún así, le
parecían pocos. También me preguntó por otros temas más
generales, como la independencia de Cataluña o el Brexit. Sin duda,
no sólo le interesaba el deporte rey.
Se
llama Wattsal y se bajó una hora y media antes de llegar a Amritsar.
Ya era de noche cuando finalmente el tren hizo su última parada.
Según el google maps (lo consultaba sólo lo necesario) el hostel
estaba a 20 minutos andando. No llegué aclararme y decidí coger un
tuk-tuk, además de noche, creo que era lo mejor, aunque seguía sin
fiarme al cien por cien. No tuve problemas y el hostel estaba al
final de una larga avenida llamada Hall Road.
Por lo menos la cara de pocos amigos fue mejorando😊.
ResponderEliminar(McB)
Sí, así fue! Mil gracias por tus comentarios!
ResponderEliminar