lunes, 15 de junio de 2020

Viaje a la India (Episodio 16)

Llegada a Bikaner. Visita a Fort Junagarth

Llegué según lo previsto a Bikaner, y, aunque no estaba muy lejos del hostel, decidí coger un tuk. Sin embargo, el conductor desconocía su ubicación. Ya había anochecido. Por el camino se encontró con un amigo que le ayudó a averiguar donde se encontraba. Pero no fue fácil, primero me llevaron a un “hotel” equivocado. Allí salió la dueña a la calle, diciéndome que eso no era un hotel (la entendí por sus expresivos gestos). Decidí darles el número del hostel a los chicos para que llamaran y, finalmente, dimos con él. Pronto entendí todo. Más que un hostel, era una casa particular que alquilaba habitaciones. Nos recibieron tres chavales que se conocían entre sí, no sé si familia o no. El del tuk me pidió más dinero del que habíamos acordado. Le dí el doble y me abrazó algo emocionado. Se lo había ganado.

La casa consistía en un pasillo y a ambos lados se sucedían habitaciones con cerrojos bien vistosos, parecía más bien una prisión. El chico me preguntó si había reservado la habitación con o sin baño. Como podía elegir, preferí con baño. Las sábanas de la cama, por lo menos, la bajera, no estaba muy limpia que dijéramos. Se lo comenté y me respondió que me las podía cambiar, pero como era tarde, al día siguiente. Tampoco se mostró muy entusiasmado. En principio me quedaba otra noche en Bikaner, y había reservado un día más, pero todavía no había pagado. Acordamos que lo haría al día siguiente. ¡Menos mal que no pagué! Para empezar, el colchón... creo que el suelo era más blando que aquella losa. Si me dormí fue porque estaba bastante cansado, por otro lado, el baño, no tenía ni jabón, ni agua y lo más importante ¡Papel! Suerte que llevaba kleenex. No lo dudé dos veces y reservé la noche siguiente en otro hostel. Se lo diría por la mañana. Me levanté temprano, medité un poco e hice algunos asanas yóguicos. Desayuné lo que me preparó otro chico que merodeaba por la casa, un chai con unas tostadas minúsculas con mantequilla. Le señalé que untara más, que no pasaría nada. Parece que el presupuesto que tenían era notablemente ajustado. El baño era una prueba. Tras el tentempié, busqué al chico con el que hablé la noche anterior, pero se había ido.
Decidí ir hacia el centro de la ciudad caminando y acercarme después a la estación con la intención de realizar una breve excursión a Deshnok para ver el curioso ratstemple. (Templo de las ratas).
El palacio Lallgarh
Bikaner ya me pareció una ciudad más tranquila, con menos gente y más camellos y vacas que vagaban a sus anchas. La primera parada fue el palacio Lallgarh. Cuál fue mi sorpresa cuando me enteré que no se podía visitar, pues en parte lo habían convertido en un hotel. Había sido la casa de los marajás de Bikaner, construida hacía un siglo con la característica piedra roja propia del lugar. Hoy sigue perteneciendo a los descendientes.
Adonde sí se podía acceder era a un museo que se encontraba en el mismo recinto separado de la casa por unos jardines. El precio de la entrada era aceptable. Tan vacío estaba que iluminaban sólo la sala donde yo visitaba. Básicamente era un canto a la nostalgia de viejos tiempos de la noble familia maharaja del siglo XX. Destacaba el álbum de fotos,con sus armas, medallas y uniformes.
De allí me encaminé al “plato fuerte” de Bikaner. La impresionante fortaleza de Fort Junagarth levantada entre los siglos XVI y XVII rodeada por una muralla con numerosos bastiones y varios palacios en su interior, símbolo del poder de la familia que gobernó la ciudad en otros tiempos. Mereció la pena, sin duda. Para mayor gloria, consulté el libro-guía que llevaba para saber los entresijos de cada sala. La visita acababa en una gran salón que mostraba desde una colección de armas; espadas, sables, escopetas larguísimas para cazar elefantes... hasta un avión de principios del siglo XX.

Una parte de Fort Juganarth

La estación de trenes estaba cerca y fui hasta ella para preguntar cuándo podía ir a ver el templo de las ratas. La taquillera, una mujer mayor, no entendía inglés y unos chicos, que también hacían cola, me aclararon que no saldría ninguno hasta la noche. La única opción era el autobús. Ya fuera de la estación, pregunté a una mujer de donde salían los autobuses y me señaló una dirección, como a un kilómetro de distancia, entendí. Según el mapa de la guía, estaba justo al lado del palacio Lallgarh donde había estado por la mañana. Había que coger un tuk. Sin embargo, parece ser que había varias paradas y pregunté por la principal. Como había varios tuks, al preguntar a uno, se unieron dos y hasta tres más, diciendo al unísono...sintal, sintal... ¿? El hombre me entendió. Cuando llegué eran las dos y todavía no había comido. El calor se hacia notar. (De hecho, el desierto del Tar estaba a la vuelta de la esquina). Pregunté al señor de la taquilla, un señor gordo con bigote y gafas con pocas ganas de colaborar. ¡Suerte que un chico me dijo que salía en 15 minutos... Deshnok.

Una de las salas del Fort 
Entrada del Fort




4 comentarios:

  1. That's a very happening journey . 🤩🤩

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  2. Me ha encantado todo lo que escribes, quiero ir a la India muy pronto y te quisiera preguntar cual fue tu presupesto en el viaje aproximadamente? gracias

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    1. Muchas gracias, Vanessa, escríbeme al correo electrónico y te cuento con más detalle. Un saludo!

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