El
mismo día por la noche
Esperando
en la estación de Jaisalmer
Volví
al hostel y estuve leyendo, haciendo tiempo hasta las 9 de la noche
y me dirigí a la estación. Allí cené y me pedí una botella de
agua refrescante. El chico del puesto era un adolescente que charlaba
con sus amigos de manera animada. Entre risas, entablé conversación
con ellos. Me empezaron a hacer las mismas preguntas de rigor, y el
muchacho siguió contándome en privado que quería ir a Madrid, pues
era gay y allí se vivía con libertad. Incluso me enseñó una foto
del desfile del día del orgullo. También me dijo algo que no llegué
a entender (supuse que se me estaba insinuando ¿?).
En
un banco cercano, (en muchas estaciones están contados) había un
saddhu acostado y durmiendo. Los saddhus son personajes que van
vestidos con una túnica de color azafrán que han decidido llevar
una vida de lo más austera y nómada, sin más posesión que una
vara y un pequeño cuenco para las limosnas que reciben. Se me
ocurrió dibujarlo, pero no pasaron ni cinco minutos cuando cambió
de posición. Como no le podía ver bien la cara desde donde me
encontraba, abandoné la idea de inmortalizarlo. Entonces el chico,
con el que había estado hablando, me propuso que le dibujara a él.
Y así, le hice un retrato ambos sentados en el suelo uno frente al
otro. Creo que no quedó mal. Creo que le gustó porque se lo llevó.
Me volvió a comentar algo que no entendí y no quise saberlo y me
pidió la cuenta de una red social. Volvió a retomar le tema de su
homosexualidad, preguntándome por qué no me gustaban los chicos, a
lo que le contesté básicamente porque me gustaban las mujeres En
fin, que parece ser que ligué con una criatura de ¡16 años!
Mientras
le estaba dibujando, se había ido acercando gente que esperaban su
tren. Entre ellos, una mujer hindú de cierta edad que le picaba la
curiosidad. Echó un ojo al dibujo y con un gesto facial preguntó si
era el que estaba posando. No estaba muy convencida, los demás
espectadores rieron ante la reacción de la mujer ¡Fue muy gracioso!
Otro
chico me preguntó si quería dinero, pues al ver lo que había
dibujado, quería que le hiciera un retrato también. Le confesé
que no sé si me daría tiempo, pues el tren no tardaría en llegar.
De todas maneras, lo empecé y, media hora después, estaba listo.
Aún tuve unos minutos para alargar las piernas y dar un paseo por el
andén. Llegué a contar veinte vagones. En esta ocasión, el mío
iba medio vacío, me puse cómodo, dentro de lo que se podía, y no
tardé en quedarme dormido. Sin embargo, no descansé mucho debido a
los continuos traqueteos del tren y demás ruidos. Según lo
previsto, a las 7 de la mañana llegaba a Jodpuhr, desde donde
cogería otro tren para el siguiente destino: el Monte Abu. Tras
comprar fruta, un sandwich y un chai para desayunar, fui a solucionar
el tema para ir a Abu Road. No tenía claro donde comprar el billete
o se podía conseguir de camino ya en el tren. Tuve algún que otro
problema para llegar a un entendimiento, (se unía su pronunciación
con mi inglés a veces improvisado y finalmente lo compré en una
taquilla por unas míseras 60 rupias, ni siquiera 1 €. El viaje
suponía recorrer cientos de kilómetros que tardamos una buena
jornada laboral.
Tantas
horas dan para mucho, pero quien se aburre es porque quiere. Como en
la vida, la gente subía y bajaba del tren y coincidí con unos más
o menos tiempo. La mayoría era gente simpática que repetía las
mismas preguntas, familias con sus niños pequeños, en las que
hablaba únicamente el hombre y la mujer se escondía tras su sari y
bellos ojos.
Aunque
se presentaban, me costó aprender sus nombres y la solución pasaba
por pedir amistad en una conocida red social a los cinco minutos.
¡Menuda afición! Supongo que de esa manera se sentirán más
conectados con el mundo, con otras culturas o les encanta tener
cuantos más “amigos”, mejor. No lo sé. Pues aún así,
reconozco que el viaje se me hizo largo, sobre todo, porque estuvimos
parados una hora y media a mitad de camino. Quizá fuera la sensación
no de avanzar lo que se me atragantó. Pero, fue difícil olvidar el
desfile de hermosas mujeres jóvenes con sus saris de alegres
colores, enjoyadas con sus pulseras, collares y brillantes
pendientes. Algunas se tapaban media cara con sus velos, lo que
resaltaba sus ojos hipnotizantes. No podía resistirme a seguir
viéndolos disimuladamente. Entre estos pensamientos y visiones (no
sé si reales o no) llegamos a Abu Road, una pequeña población en
la falda del Monte Abu. Desde allí aún quedaban 30 kilómetros que
cubría un autobús escalando la pequeña colina.. Para ello, me
encaminé a la estación de autobuses, que estaba cerca de la de
trenes, donde compré el billlete-El viaje no era directo pues hizo
unas cuantas paradas y justo una hora después llegué al Mount Abu.