Tras
visitar el pequeño Taj, pensé adónde podía encaminarme a
continuación. Los demás interesantes lugares estaban fuera de la
ciudad y estaban algo lejos, como por ejemplo, el Umaid Bhawan
Palace, residencia del Maharajá, que también era un museo. Decidí
volver a la ciudad antigua para merodear por los alrededores de la
torre del reloj (Clock Tower) construida hacía un siglo por el
marajá de turno a la manera inglesa para que la gente no preguntara
la hora. (Esto me lo he inventado yo). La rodeaba el muy animado y
colorido mercado llamado Sardar Bazar. Un hormiguero de gente y
diferentes vehículos a motor con su martirizante ruido. Poco después
de empezar la marcha, un vendedor de una tienda de especias me hacía
señas para que me acercara, preguntándome si quería algo, ¿Un
chai? Pues claro, le contesté, y me ofreció su asiento detrás del
mostrador. A los pocos minutos estaba degustando un té con un sabor
diferente elaborado con azafrán, canela y cardamomo. Mientras me lo
tomaba, otro vendedor del mismo puesto me dio conversación. Se
llamaba Abdul, musulmán le pregunté. Contestó afirmativamente,
contándome que en Jodpuhr la mitad de la población era musulmana y
la otra mitad hindú y que el Ramadán sería el año que viene. Al
acabar y querer pagarle, me dijo que él no vendía té, sino
especias. La verdad es que no quería comprar nada, ni siquiera vi
los precios. Le dejé unas rupias entre paquetes de especias, me dio
su tarjeta y nos despedimos. Seguí paseando por el mercado sin rumbo
fijo por calles principales y otras secundarias con gran trasiego de
gente. Las paradas estaban bien organizadas; que vendían ropa,
especias, pulseras, carne, y gallinas enjauladas...
En
el mapa del libro-guía que llevaba, descubrí un parque, supuse que
con cierta vegetación y algo más tranquilo. No estaba cerca, pero
fui hasta allí. Gente sin techo estaba tumbada en el césped y una
docena de niños jugaban al deporte nacional, el criquet. No tardaron
en notar mi presencia y, tras las presentaciones, se quisieron hacer
unas fotos conmigo. Lo siguiente fue jugar con ellos. Yo que buscaba
un poco de paz... Después de unos minutos les dejé que siguieran
jugando yéndome al “banquillo”.
Volví
al mercado por una calle paralela al parque no muy transitada, en la
que otros niños me pidieron insistentemente que les hiciera fotos,
incluso un hombre que parecía ebrio también quería ser
inmortalizado. Un chico que vio la escena me echó en cara que le
sacara una foto a ese hombre diciendo que era un pobre borracho, le
respondí que había sido él quien me lo había pedido y, a
continuación, borré la foto. Llegué a a la torre del reloj y cerca
vi una cafetería, donde tomé asiento en la terraza y me tomé otro
chai tranquilamente, pues quedaban cinco horas para coger el
siguiente tren hacia Jaisalmer. Aproveché para cargar el móvil,
retomar el diario y hacer unas fotos a gente que pasaba cerca. Y así,
la tarde fue muriendo poco a poco a los pies de Clock Tower.
Tras un rato, me encaminé al hostel para recoger mis cosas y de allí, a la estación de autobuses. Me despedí del chico del hostel, que le llamó la atención que fuera tan cargado, lo que me extrañó. Hay que decir que llevaba un saco de dormir y una esterilla lo que abultaba bastante junto con la cámara de fotos reflex. En la estación compré el siguiente billete a Abu Road. Después de unos días, había descubierto un booking office, que servía para reservar el mismo día o unas horas antes de que saliera el transporte en cuestión y un reservation office, destinado si se compraba el billete con unos días de antelación. Eso sí, para facilitar las cosas, estaban en diferentes edificios, incluso fuera de lo que es el recinto de la estación, como esta ocasión. ¿Y dónde? Pregunté a un guardia, después a otro, que, muy amable, me acompañó él mismo a un edificio por un camino asfaltado y a oscuras. Sería allí, pensé, pero, después de esperar más de media hora o más y conocer a un señor gordinflón con bigote que se quiso hacer un selfie conmigo y de paso me contó que era músico y que trabajaba para un conocido músico del Rajastán... Pues ¡No necesitaba reserva! Sólo bastaba presentarse con dos horas de antelación. En fin, resuelta la duda, volví a la estación, cené algo y esperé sentado en un banco. Mientras tanto, vinieron a verme varios chicos, uno tras otro, que me preguntaron mi nombre y se interesaron por mí. El tren salió puntualmente y tardé en dormirme, aunque el revisor, al poco tiempo de caer en brazos de Morfeo, me despertó.
Tras un rato, me encaminé al hostel para recoger mis cosas y de allí, a la estación de autobuses. Me despedí del chico del hostel, que le llamó la atención que fuera tan cargado, lo que me extrañó. Hay que decir que llevaba un saco de dormir y una esterilla lo que abultaba bastante junto con la cámara de fotos reflex. En la estación compré el siguiente billete a Abu Road. Después de unos días, había descubierto un booking office, que servía para reservar el mismo día o unas horas antes de que saliera el transporte en cuestión y un reservation office, destinado si se compraba el billete con unos días de antelación. Eso sí, para facilitar las cosas, estaban en diferentes edificios, incluso fuera de lo que es el recinto de la estación, como esta ocasión. ¿Y dónde? Pregunté a un guardia, después a otro, que, muy amable, me acompañó él mismo a un edificio por un camino asfaltado y a oscuras. Sería allí, pensé, pero, después de esperar más de media hora o más y conocer a un señor gordinflón con bigote que se quiso hacer un selfie conmigo y de paso me contó que era músico y que trabajaba para un conocido músico del Rajastán... Pues ¡No necesitaba reserva! Sólo bastaba presentarse con dos horas de antelación. En fin, resuelta la duda, volví a la estación, cené algo y esperé sentado en un banco. Mientras tanto, vinieron a verme varios chicos, uno tras otro, que me preguntaron mi nombre y se interesaron por mí. El tren salió puntualmente y tardé en dormirme, aunque el revisor, al poco tiempo de caer en brazos de Morfeo, me despertó.
Me
puse la alarma 15 minutos antes de la hora estimada de llegada a
Jaisalmer. No sé qué pasó, pero alguien me tuvo que despertar
diciéndome: Jaisalmer. Con prisas, recogí mis pertenencias (algo
desperdigadas al haber sacado el saco de dormir). Me sobró tiempo
para bajar y organizar la mochila. Ya en el andén un señor con una
carretilla me dijo algo que no entendí ( quería llevar mi
equipaje), no, gracias, le dije. Y me encaminé hacia la salida.
You invented it.. 😂😂😂
ResponderEliminarYes, everything... jaja
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