domingo, 12 de julio de 2020

Viaje a la India (Episodio 22)

Una tarde acompañado en Jaisalmer

Tras la comida en el restaurante y sin haber pagado, decidí ir al hostel a descansar un poco. Las horas centrales del día no invitan a pasear precisamente, el sol es inclemente. Tampoco estaba muy lejos. Saliendo de la ciudadela, me crucé con los chicos del hostel. “Morirán de una insolación”... Pensé... Nos saludamos y seguimos nuestros caminos.
Ya en la habitación, aunque había aire acondicionado, no encontré el mando y creo que hacía más calor dentro que fuera. Me duche para refrescarme. Bajé al vestíbulo después de un rato, tirado en un colchón con cojines orientales y me puse a escribir, leer y dibujar.


La tarde avanzaba y me apetecía salir para dar una vuelta. Volví a la habitación, adonde ya habían vuelto los chicos (no les había visto porque habían entrado por otro pasillo). Una de las chicas me preguntó por los planes que tenía para esa tarde y me propuso ir a cenar con ellos. Alguno de ellos aún tenían que ducharse. Acepté encantado y sorprendido por la invitación. Quedamos en veinte minutos en el hall. No tardaron mucho y nos encaminamos a la ciudadela. Durante el paseo, estuve conversando con un chico portugués. Nos decidimos por un restaurante con unas interesantes vistas panorámicas. Sólo había unos cuantos turistas.


Acordaron pedirse unas cervezas, y no quedé atrás. Pensé que había alguna pareja dentro del grupo, pero me equivoqué. Dos amigas eran alemanas, una de ellas musulmana pues tenía ascendencia turca. Se habían encontrado en Delhi con la chica belga y conectaron tanto que decidieron seguir el viaje juntas. Más adelante se unieron los otros chicos, el citado portugués y un italo-suizo.



Ya he comentado que teníamos unas magníficas vistas a la muralla de la ciudad, que, al caer la noche, daba un aire mágico. La cena se desarrolló en un ambiente distendido, con algún que otro silencio debido a la participación de algún móvil. Las chicas eran jovencitas... 23 años.. ¡Podía ser su padre! Es más, el padre de una de ellas tenía un año más que yo. El camarero, de mediana edad, intentaba ser gracioso, sin mucho éxito e intentaba ligar con una de las chicas torpemente. En un abrir y cerrar de ojos, les estaba pidiendo el facebook a las chicas... Y para disimular, me lo pidió a mi también... Acabada la cena, volvimos al hostel, y de camino, junto a la entrada de la ciudad antigua en una explanada había un pequeño escenario con telas con vistosos colores. Habría unas 50 personas como público sentadas en el suelo encima de una gran tela y también en sillas. Nos sentamos unos minutos. El chico suizo, como no le interesaba, se fue al hostel.
Encima del escenario, junto a una mesa estaban sentados dos jóvenes ataviados como si fueran dioses hacían plegarias y cantaban acompañados de harmoniums y un cantante.
No nos quedamos hasta el final y ya en el hostel acabamos jugando al UNO en una terraza con la linterna de los móviles y mi frontal. Gané una de las partidas.


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