Tras
la comida en el restaurante y sin haber pagado, decidí ir al hostel
a descansar un poco. Las horas centrales del día no invitan a pasear
precisamente, el sol es inclemente. Tampoco estaba muy lejos.
Saliendo de la ciudadela, me crucé con los chicos del hostel.
“Morirán de una insolación”... Pensé... Nos saludamos y
seguimos nuestros caminos.
Ya
en la habitación, aunque había aire acondicionado, no encontré el
mando y creo que hacía más calor dentro que fuera. Me duche para
refrescarme. Bajé al vestíbulo después de un rato, tirado en un
colchón con cojines orientales y me puse a escribir, leer y dibujar.
La
tarde avanzaba y me apetecía salir para dar una vuelta. Volví a la
habitación, adonde ya habían vuelto los chicos (no les había visto
porque habían entrado por otro pasillo). Una de las chicas me
preguntó por los planes que tenía para esa tarde y me propuso ir a
cenar con ellos. Alguno de ellos aún tenían que ducharse. Acepté
encantado y sorprendido por la invitación. Quedamos en veinte
minutos en el hall. No tardaron mucho y nos encaminamos a la
ciudadela. Durante el paseo, estuve conversando con un chico
portugués. Nos decidimos por un restaurante con unas interesantes
vistas panorámicas. Sólo había unos cuantos turistas.
Acordaron
pedirse unas cervezas, y no quedé atrás. Pensé que había alguna
pareja dentro del grupo, pero me equivoqué. Dos amigas eran
alemanas, una de ellas musulmana pues tenía ascendencia turca. Se
habían encontrado en Delhi con la chica belga y conectaron tanto que
decidieron seguir el viaje juntas. Más adelante se unieron los otros
chicos, el citado portugués y un italo-suizo.
Ya
he comentado que teníamos unas magníficas vistas a la muralla de la
ciudad, que, al caer la noche, daba un aire mágico. La cena se
desarrolló en un ambiente distendido, con algún que otro silencio
debido a la participación de algún móvil. Las chicas eran
jovencitas... 23 años.. ¡Podía ser su padre! Es más, el padre de
una de ellas tenía un año más que yo. El camarero, de mediana
edad, intentaba ser gracioso, sin mucho éxito e intentaba ligar con
una de las chicas torpemente. En un abrir y cerrar de ojos, les
estaba pidiendo el facebook a las chicas... Y para disimular, me lo
pidió a mi también... Acabada la cena, volvimos al hostel, y de
camino, junto a la entrada de la ciudad antigua en una explanada
había un pequeño escenario con telas con vistosos colores. Habría
unas 50 personas como público sentadas en el suelo encima de una
gran tela y también en sillas. Nos sentamos unos minutos. El chico
suizo, como no le interesaba, se fue al hostel.
Encima
del escenario, junto a una mesa estaban sentados dos jóvenes
ataviados como si fueran dioses hacían plegarias y cantaban
acompañados de harmoniums y un cantante.
No
nos quedamos hasta el final y ya en el hostel acabamos jugando al UNO
en una terraza con la linterna de los móviles y mi frontal. Gané
una de las partidas.
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