miércoles, 8 de julio de 2020

Viaje a la India (Episodio 21)

Llegada a Jaisalmer

Al salir de la estación, me encontré con la ya esperada estampida de chóferes que se acercaban a mí como si fuera cual famoso para llevarme a donde les dijera. Hay que decir que era temprano y los viajeros se podían contar con los dedos de una mano. Me decanté por un señor alto que iba en 4x4 sin discutir el precio. Kluba, que era como se llamaba, pronto intentó venderme su safari-camel. Por el camino nos cruzamos con muy poca gente y conducía de una manera tan parsimoniosa que incluso sospeché algo raro. ¿Estaba en la India? Rechacé su excursión por el desierto y llegamos al hostel con tiempo de sobra. Como era tan pronto, me llevó a tomar un chai cerca. A eso sí que acepté. Además él tenía que ir al baño. Nos tomamos el chai de rigor en un puesto callejero cuyo dueño conocía Kluba, y que ya tenía clientes madrugadores y, tras intercambiarnos los números de teléfono por si cambiaba de opinión sobre el safari o para recomendarle, nos despedimos en la puerta del hostel.


El albergue simulaba un palacete de época de los marajás, sobre todo, el vestíbulo, y estaba ubicado a las afueras de las impresionantes murallas de la ciudadela de Jaisalmer. En la recepción del albergue no había nadie, (para variar) y, al asomar la cabeza, vi, digamos en la “trastienda”, un colchón donde dormía plácidamente un chico. En el vestíbulo rodeado de columnas árabes, había tres colchones más con cojines alargados. El chico se despertó poco después y, como todavía no podía registrarme, le pedí que me trajera algo para desayunar. Un chai. Decidí dormir un poco en uno de aquellos colchones y lo conseguí , cayendo en un sueño en el que veía perfectamente cómo me despertaba a la una del mediodía, bastante molesto, pues quería visitar la ciudad y había perdido un tiempo precioso. Por suerte, fue un sueño, o una breve pesadillla, porque, al despertar, en realidad eran las 9 de la mañana y resoplé satisfecho.


En el preciso momento de registrarme en el hostel, vino un grupo de chicos y chicas con semblante europeo. Como bien supuse venían de hacer un safari a camello que organizaban desde el albergue y hablaban inglés. Después de que les atendieran rápido, firmé en el libro (que yo llamo de autoridades, en todos los hostels hay uno) donde inmortalicé mis datos.
El chico del hostel me preguntó por el safari-camel, y le comenté que no estaba en mis planes. La verdad es que creía que eran dos noches y no una. No había comentado que en Jodpuhr a la hora de reservar por mail me quedé dudando y finalmente no lo confirmé, aunque me dije: ¿Realmente me apetece? La respuesta era que no. El chico muy serio, me preguntó por qué. Le contesté que había cambiado de opinión, intentó convencerme y le respondí que ya tenía comprado el billete de tren de vuelta a Jodpuhr al día siguiente por la noche. Evidentemente, entendí que no le hiciera mucha gracia. Me enseñó el único dormitorio que había con tres literas y seis camas, los demás eran habitaciones dobles. Y en él coincidí con los chicos del safari. Tres chicas y dos chicos , que se estaban duchando (por separado) y que saludé brevemente. Esperé mi turno y, listo y preparado, me encaminé hacia la fortaleza. Los chicos se quedaron en la habitación descansando.


La ciudad amurallada de Jaisalmer alberga dos palacios unidos, uno más grande que el otro que al igual que en Jodpuhr lo habían transformado en un museo con treinta paradas. A medida que me acercaba a la entrada por un camino empinado, me asediaron guías locales (alguno podría no serlo) que querían enseñarme el castillo. El ticket con la audioguía y la cámara supuso en total 600 rupias. Era más modesta que la de Jodpuhr pero conservaba su encanto y me gustó bastante.
Al terminar la visita, se había hecho la hora de comer. Me hubiera gustado visitar los templos jainistas que había, pero cerraban a las 12 del mediodía, tendría que ser al día siguiente. Estuve callejeando por el dédalo de estrechas y tortuosas calles sin asfaltar de la ciudadela, increíblemente tranquilo, libre de tuk-tuks, aunque no faltó alguna moto, siempre impacientes y que, por lo visto, tienen prohibido ceder el paso a los peatones.


A cierta distancia descubrí un cartel de un restaurante de comida italiana colgado a unos metros del suelo, encima de la entrada. También ofrecían comida local. Me hizo gracia y decidí entrar. El anfitrión era un chico con barba de unos treinta años, quizá más joven. Me enseñó la carta que tenía una variedad. Digamos que no tenía mucho glamour, a pesar del cartel, más bien, podías sentirte en una casa. ¡Y así fue! El chico me comentó que el edificio podía tener 400 años (que me lo creí) y que la arquitectura era la típica del lugar: el haveli con balcones en celosía en piedra amarilla con varias alturas. Los escalones doy fe que podían ser los primeros de Jaisalmer, de medio metro de alto. En cada uno de las plantas había una terraza sucia y un mobiliario tan antiguo como la casa y algo destartalado. Polvo no faltaba, excepto en la terraza superior, donde se encontraba el restaurante. El chico me decía de vez en cuando “tú como en tu casa”, yo pensaba, sí, pero más limpia. Ya sentado, me preguntó que quería y le respondí que qué tenía, Me respondió: “lo que quieras”, le comenté que “que lo quieras es mucho, veamos...italian food..y me dijo: italian food no puede ser. “Entonces lo que quiera no puede ser...Tendrías que ser más sincero”, le dije... Sí, sí, añadió. Finalmente pedí un thali, tres o cuatro pequeños platos con pan. A la hora de pagar, no tenía cambio y tampoco se podía pagar con tarjeta, quedamos que volvería al día siguiente a pagarle. Como así hice. Antes me había contado un poco de su vida.




4 comentarios:

  1. Muy entretenida toda la narración, trae a mi mente cada una de mis vivencias en India, aunque no Tube el tiempo suficiente para visitar Jodhpur. muchas gracias.

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  2. Gracias... comentas muy bien el dia a dia de tus experiencias viajando por India. Lo que me queda en claro es que son bastante rapidos y un poquitin cuenteros, nuestros amigos indios, tendre que tener cuidado para cuando ande por ahi.👍

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    1. Mil gracias! La mayoría de la gente es muy amable y cordial...jeje... Un saludo

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