miércoles, 8 de abril de 2020

Viaje a la India (Episodio 2)


Visita al Askshardham temple con varias sorpresas                                        (5-4-2018)

Ya en el hostel, tras hacer el ckeck-in pertinente (registrarse), pregunto por un sitio cercano donde comer y que lo ofrezcan no sea muy picante. Los chicos del hostel se ofrecen para pedirme lo que quiera desde allí mismo y comer en la sala habilitada para ello o ir yo mismo. Decido encaminarme hasta el restaurante, pero pronto me surgen las dudas ¿me dijeron right, left? ¿Había un cine? Pregunto en un portal, me indican un primer piso ¿primer piso? No, sir, aquí hay unas oficinas, el restaurante está en la planta baja. 
El lugar es mínimamente elegante y los camareros lucen un chaleco negro, haciendo juego con zapatos, bastante desgastados, por cierto. Me pido una “especie” de menú y un té , 300 rupias, menos de 3 €. Vuelvo al hostel con la idea de descansar hasta las 5 de la tarde y visitar algún monumento después. Me decanto por el Akshardham temple. Como las distancias son enormes y con el calor que hace sería una locura ir a pie, y decido coger un ricksaw. Podía haber ido en metro, pero ver una ciudad bajo tierra no me atraía mucho, aunque evidentemente hubiera ahorrado tiempo.
Se ofreció a llevarme un tal Baloo (Balú?) de 56 años aunque aparentaba menos por 150 rupias. Comparado con el de la mañana, me pareció mucho, pero pueden ser casi 2 € y unos 15 minutos lo que tarde. El hombre da conversación y es amable. Yo soy su invitado/huésped, me dice, su lema es “si yo soy su invitado y estoy feliz, él está feliz”. Acordamos que me esperaría una hora para visitar el templo, avisándome que no se pueden hacer fotos ni con móviles. Cuando dijo dentro, entendí dentro del templo, no en el recinto que es inmenso. Había unas filas de gente en paralelo que desembocaban en unas consignas que a cambio de rellenar un papelito con los datos personales te guardan la mochila y te dan un token (una ficha) (por cierto, curiosos los del metro). 
Después de dejar la mochila, aviso a mi ricksaw que tardaré más pues esperando un chico me dijo que hacían un showlight a las 19 h. Eran las 18,15 h. El espectáculo empezó pasadas las 19 h y terminó a las 20 h. El amigo Baloo esperando, claro. El show consistía en una fuente con diferentes chorros de agua que se iluminaban. Cuatro niños salían rodeando la citada fuente mientras los chorros daban más o menos agua. Al fondo, había un recio edificio sin adornos y en el centro lo que podría ser una estatua, pero tapada. En un momento dado sobre la fachada del edificio se dibujaron las imágenes de un palacio y unos animales animados. Un chico que estaba sentado cerca, se puso a mi lado y me empezó a comentar lo que se veía; los diferentes dioses del agua, del fuego, de la tierra, del sol... Muy curioso! Por 80 rupiasSobre el templo, me pareció espectacular en el que hay que entrar descalzo y fuera tienen “la casa del zapato” para dejar las sandalias, zapatos, etc. Aunque pueda parecer de otra época, fue inaugurado en 2005, levantado por miles de voluntarios y artesanos en honor a Pramukh Swami Maharaj, fundador de una nueva religión. El interior se respiraba un ambiente frío que contrastaba con un olor a pies irremediable, a pesar de que sus enormes puertas estaban abiertas de par en par. En medio, podía decirse que en el altar había una gran figura de oro maciza dedica al fundador religioso y cada de uno de sus lados, unas esculturas, sino de tamaño natural, más grandes incluso, del mismo brillante material. En mi opinión, bastante recargado. Un “barroco oriental” ¿?
Volví al tuk-tuk (riscksaw) no sin antes comprar unas postales. Le pregunto que cuanto me va a cobrar, y contesta con el mantra, “si el huésped es feliz, él es feliz”. Le indico que volvamos al hotel, y durante el camino me insiste en ir a al oficina de turismo y le repito que sé lo que quiero ver y que tengo un mapa decente. Me ofrece ir a un sitio a cenar, le pregunto que si tiene comisión y que si está cerca del hostal no me importa. Me dice que las comisiones las tienen las tiendas no los restaurantes, lo que me cuesta creer. Accedo, pero no está cerca y claro, quiere esperarme. El restaurante es tan turístico que el camarero sabe español. El precio está bien, pero demasiada comida, que le pido que me la ponga en una bolsa para levar, que finalmente se quedará en el tuk-tuk.
Llegamos al hostal y hay que hablar de dinero, se muestra ambiguo, me pregunta qué haré mañana. Le digo que me gustaría ir a ver un par de cosas que están lejos y que también a un tour que organiza el hostel. Le cuesta acordar el precio, y al final me suelta que son 2250 rupias. Unos 30 € calculo, entiendo que es su trabajo y que ha estado toda la tarde conmigo, pero ¡coño! Teníamos que haber acordado el precio al principio. Pequé de pardillo y... además teniendo el metro al lado. Tuve que subir a la habitación porque no tenía tanto dinero encima. Quiso quedar al día siguiente a las 16 h. No me presentaría, lo tenía claro. Y así fue.

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