sábado, 11 de abril de 2020

Viaje a la India (Episodio 3)


Visita a Old Dehli (Chandni Chown)                                                                                                                 
                                                                                                                      6 de abril de 2018
¡Hoy fue día agotador! Por la mañana había pensado ir a un tour que organizaban los chicos del hostel, en principio estaba programado a las 10,30 h y al preguntar cuando empezaba, me han contestado que sólo estaba apuntado yo y que esperara unos minutos más. Finalmente fue un tour privado con un guía llamado Summit por Old Dehli, la antigua ciudad, como bien indica su nombre. Cogimos un tuk-tuk, que pagó él. ¿No era andando? Le inquirí sorprendido. Las distancias son enormes y el tráfico como de costumbre, muchísimo y muy ruidoso porque en ciertas partes no hay semáforos. Paramos en una avenida atestada de todo tipo de gente, cómo no! Se trataba Chandni Chown, un barrio de comerciantes nacido en el siglo XVII, en el que se sucedían tiendas, bazares y vendedores ambulantes, algunos en el suelo. Summit me empezó contando que en esa avenida se concentran las grandes cinco religiones de la India; el hinduismo, budismo, islam, jainismo y sijismo. Muestra de ello son los templos en los que nos paramos delante de cada uno, explicándome cuáles eran sus fundadores y algo de historia, que ya sabía al leer la guía que llevaba. Evidentemente no entendí todo lo que me decía, pero sí lo esencial. 
Después tomamos una calle, que podría haber sido cualquiera y entramos en otro mundo. Las callejuelas eran tan estrechas que apenas podían cruzarse dos vehículos pequeños. Summit me contó que en ese laberinto no vivía nadie, pues históricamente un emperador decretó que sólo se establecieran los mercaderes, lo que se ha mantenido hasta ahora.
En un momento dado, torcimos por una calle y al fondo había dos perros al fondo tirados en el suelo, y dudé si estaban vivos o muertos. Eran casas que tenían unas fachadas de estilo árabe con sus puertas de medio punto. Allí no vivía nadie, eran almacenes de las tiendas. Me sorprendió tanta paz que se podía respirar a tan pocos pasos del bullicio, al final de un callejón los jainistas tenían un pequeño templo.
Volvimos a las intrincadas callejuelas que con el tiempo se habían organizado según lo que vendían... joyas, frutos secos, especias, etc. Por cierto, al pasar por esta última parte, el olor era tan asfixiante que me picaba la nariz, y se sucedían los estornudos. Subimos unas escaleras por donde se agrupaban los puestos, en los que separaban granos del algún fruto, cual vaquero norteamericano buscando pepitas de oro en los ríos, pero sin río, ni oro.
También me llamó la atención cómo venden la mercancía, cual majo de Goya, los vendedores se encuentran semiacostados en el suelo cual emperadores romanos con las uvas en la mano en su triclinium.

Después de hacer unas fotos, hicimos un descanso, no hay prisa. Me pedí un chai que un señor preparaba en la calle, que también quiso pagar él.. Aprovechamos para conocernos, si estábamos casados, si teníamos hijos, le conté a qué me dedicaba. Le confieso que haber viajado a la India (y llevaba unas horas tan sólo) era viajar dos veces a otro lugar, a otra época. (No recuerdo si lo entendió o le sentó bien o mal).
Summit estaba soltero con 25 años, pero en tres o cuatro años pensaba dejar la soltería. No es de Dehli y ha estudiado literatura inglesa. ..
Acabé haciendo algunas fotos más, también de una especie de altar con dibujos y unas guirnaldas de flores, donde siglos atrás los mogoles hirvieron y decapitaron a los musulmanes, como indicaban muy bien los dibujos.
Volví en un taxi compartido bastante apretados. Miraba el gentío y recordé un hombre con barba profética que a duras penas pedaleaba su bicicleta de la cual tiraba un carro lleno de niños debidamente uniformados que saldrían de algún colegio privado. Los críos al verme me sonreían y me saludaban.
Al llegar al hostel fui directamente al restaurante del día anterior con un hambre de mil demonios y pedí algo distinto. Me pareció todo muy sabroso, eso sí, añadiendo , “no muy picante por favor”. La comida fue tan abundante que ya tenía la cena.


2 comentarios:

  1. Sigo enganchada con esta vivencia, tengo mente muy volátil casi que puedo trasportarme a la India con su narración.

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