Visita
a Qutab minar
Ya
por la tarde me fui a una de los atractivos que ofrece la bulliciosa
Dehli, Qutab Minar. Cogí el metro, pues estaba como a 15 kilómetros
al sur. Me compré una tarjeta con 4 viajes por 200 rupias y es
recargable. No fue corto el viaje línea amarilla, linea violeta, de
transbordo a transbordo. Al llegar, desde la estación de metro al
conjunto monumental había 10 minutos en tuk-tuk. No hay escapatoria.
Ir caminando es imposible por dos razones porque la carretera que
conduce allí no tiene arcén y, por otro lado, escasean las
indicaciones.
Pues
en la estación de metro me asaltan varios conductores, uno de ofrece
unos míseras rupias por el trayecto. No hace falta que le comente
adonde quiero que me lleve. Durante el recorrido pone música india a
todo volumen, como si se acabara el mundo y me comentó que por el
mismo precio me llevaría a otro sitio. Dicho y hecho! Tuerce por un
camino de tierra bordeado por edificios decadentes y se detiene
frente a una tienda de telas.
Me
quedo en el tuk-tuk con cara de pocos amigos, de brazos cruzados como
si fuera un niño enfadado y no dejo de decirle que quiero ir Qutab
Minar y que no iré a la tienda. Había un hombre en la puerta
custodiando la tienda, el cual, al vernos, se acerca. Ante su
insistencia dejo de hablarle y miro a todos lados como si no
existieran y volvemos por donde habíamos venido y finalmente me deja
a unos 300 metros del lugar de entrada. A partir de ahora no hablaré
con ningún tuk-tuk... pensé.
Accedí
al recinto medieval, tras pagar unas asequibles 500 rupias, menos de
5 €.
¡Qué
decir de Qutab Minar, una impresionante torre de más de 70 metros
construida a lo largo de casi dos entre los siglo XII y XIV! El
minarete pudo ser levantado como parte de una mezquita, una torre
defensiva... Está enclavado en un paraje que se conservan columnas
y vestigios de un templo hinduista, con otra torre que se quedó en
la base. El paraje estaba salpicado de familias y parejas, la mayoría
locales, que paseaban y se hacían fotos tranquilamente, bajo las
carreras de unos pequeños animales, que si no eran ardillas, se
parecían mucho, de los cuales me entretuve haciéndoles fotos.
Volví
a Dehli en un tuk-tuk compartido, en el que me senté en el asiento
del copiloto. Cómo no! Me empieza a dar conversación, lo que me
recordó al anterior, y le contesté secamente.
Ya
en la estación de metro de donde me había “bajado” antes,
durante la espera, se empezó a nublar y a soplar un viento
huracanado como si se avecinara el Apocalipsis. Mi siguiente parada
era el llamado Templo del Loto, un moderno, enorme e impresionante
monumento. Al llegar cayeron unas primeras gotas y a alguien que pasa
por la calle le pregunto por él. Sabía que no estaba lejos, de
todas maneras, y bajo la lluvia continuo una verja que rodea el
recinto. Se podía ver a lo lejos. Me topé con un coche de policía,
a los que me pregunté si todavía estaba abierto. Su respuesta fue
negativa, eran casi las 18,30 h. Volví sobre mis pasos bajo una
lluvia algo más intensa con la idea de ir a la estación de trenes
para reservar mi siguiente escala; Haridwar.
La
estación está abarrotada de gente sentada, de pie, en las
escaleras, en el vestíbulo, por todas partes. Me acerco a unas
ventanillas a preguntar, se me cuela descaradamente una persona, una
segunda. Al otro lado, un funcionario come unas galletas
tranquilamente repantigado. Me informa que debo ir a la primera
planta, donde hay hasta 10 ventanillas. Le pregunté a un guardia, el
cual me indicó que en la plataforma 1 (digamos andén) había una
oficina para turistas extranjeros. Para llegar a ella tuve que cruzar
la estación a través de un puente que dominaba los trenes y las
vías- ¡Un vía crucis, nunca mejor dicho!
En
aquella oficina prácticamente vacía, decadente y con un dedo de
polvo un empleado me dio una hoja para rellenarla con la información
necesaria de donde quería ir. Y, tras dársela y pagar lo que pide ,
875 rupias, decidí volver a casa en metro, no sin antes tener una
sorpresa.
Al
salir del metro, me encuentro que no es la entrada/salida más
cercana al hostel, sino que tenía más. En vez de volver a la
estación a buscar la salida correcta, intento volver por la ciudad,
de noche y a oscuras intentando orientarme, después de unos minutos
perdido, pude encontrar el hostel. Todavía seguía lloviendo. Antes
fui a un restaurante para comprar pan de pita y agua para acompañar
lo que tenía de cena.
Antes
quería ducharme, pero estaba ocupado por la misma chica que conocí
cuando dejé la habitación al mediodía (la habitación es mixta).
Es china y para hacerme el gracioso le pregunto que si había estado
toda la tarde en la ducha. Es muy risueña y simpática, bajita y con
gafas ochenteras. Le pregunté si había cenado y le ofrecí
compartir mi cena, lo que aceptó encantada. Durante el ágape, que
le gustó bastante, nos contamos algo de nosotros. Ella es traductora
de chino-japonés (ahí queda eso). Después de dos semanas que ha
estado en la India, vuelve a Hong-Kong. Y así pasé la velada.
En este punto de la historia no sé si reír o llorar.
ResponderEliminar(McB)
jajaja... Mejor reír, no?
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