sábado, 25 de abril de 2020

Viaje a la India (Episodio 6)

Visita a la puerta de la India y la mezquita Jama Masjid

En fin, ya se ha hecho de noche, y contemplo extasiado el conjunto donde en su día las autoridades inglesas tenían el centro de su imperio en la India. Es grandioso y cómo lo tienen iluminado, tanto sus edificios como sus fuentes, le da un toque futurista.
Al fondo, que se puede ver tras una verja, está la residencia del actual primer ministro, parece una nave espacial gigante vista de lejos. (Rashtrapati Bhavan). Por cierto, una de las más grandes del mundo. En el lado opuesto del Rajpath (camino de los reyes) a una distancia considerable se encuentra La puerta de la India, un “europeo arco del Triunfo”, (acabado en 1931) que recuerda a los soldados indios muertos en la primera guerra mundial y las Guerras Afganas en 1919.



Vuelvo a Old Delhi, y para entrar en el metro la cola es tan larga que llega a la calle En cada una de las entradas hay un detector, por el que también hay que pasar mochilas, también te cachean, ése es el motivo del “tapón” humano. En el barrio antiguo me faltó por ver la mezquita más grande de la India. Cuando llego son las 20 h. y sigue el bullicio, taxis, tuk-tuks abarrotan las calles, me encamino a la plaza de la cual sale una bocacalle que da directamente a la mezquita, pero ¿cuál? Imposible saberlo... en este desconcierto, miró detrás de mí, y en una esquina leo un letrero que dice: “Policial Station” ¡Bingo! En la puerta hay un guardia sentado que está ensimismado hablando por el móvil. Me acerco y, tras unos instantes, se levanta un poco y me indica qué quiero, y me señala una calle, la del Bazar...
Llegar a la mezquita por esa calle fue toda una experiencia, solamente iluminada por las luces de las tiendas, Hay tanto movimiento que las motos van incluso por la acera, ya no se distingue la calzada y todo “amenizado” por el ruido ensordecedor de cláxones y pitos. Un verdadero hormiguero.


Encuentro finalmente la mezquita que está rodeada por un muro con vallas. A sus pies su gentío se multiplica, añadiendo el sonido de una ambulancia que está parada a causa del tremendo tráfico. También aparece un coche de policía. Giro hacia la derecha en busca de la entrada de la Mezquita. Hay que subir unas anchas escaleras, donde hay personas sentadas “disfrutando” del espectáculo de la aglomeración que no para. Ya, en la entrada, me espera el guardián del templo, el portero me pide 300 rupias para entrar con la cámara reflex que llevo o el móvil. Entiendo que sea su trabajo, pero, entre la poca luz que hay (el libro-guía comentaba unas luces que embellecían la mezquita, que no veo por ninguna parte) y sabiendo que las fotos no van a quedar bien con tanta oscuridad (con flash o sin él), decido no entrar. Además hay accesos cortados dentro de la mezquita por la hora que es. Un poco cariacontecido me voy, vuelvo rodeándola para hacer alguna foto, pero, por un lado, es complicado por la perspectiva, y, por otro, debido a los muros, y para acabar, por los innumerables vendedores que se agolpan y más gente y vehículos que pasan por donde quieren o pueden.

Sigo el rodeo hasta darme cuenta que no se puede dar la vuelta entera al recinto y vuelvo sobre mis pasos. De regreso, dos niñas subidas a un carro me gritan, “foto, foto”, y a continuación “rupis, rupis”. Les hago una a cada una, pero veo que las fotos no quedan bien. Me llevo la mano al bolsillo y raudas y veloces corren hacia mí. Sin mirar lo que saco les doy unas monedas a cada una. Creo que les tendría que haber dado más.



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